18 abril 2022
Básicamente, hay dos razones para someterse a una intervención quirúrgica en los ojos. Una, médica, como puede ser un desprendimiento de retina o unas cataratas. Los únicos tratamientos de que disponemos contra problemas así son quirúrgicos, o sea, operarse.
La otra no es puramente médica, sino debida a los llamados defectos de refracción, que son fundamentalmente tres: hipermetropía, miopía y astigmatismo (ametropías en términos médicos). Estrictamente hablando, para ellas sí existen alternativas a la operación: las gafas o las lentillas. Pero la intervención es segura y acaba con la incómoda necesidad de llevar gafas o lentillas. Vamos a ver brevemente en qué consisten los defectos de refracción.
Los ojos
Son un sistema óptico que permite la formación de imágenes en la retina (la membrana sensible a la luz, situada en la pared interna del ojo). Esta imagen se transmite por el nervio óptico al cerebro que la recibe e interpreta.
Cada ojo tiene un determinado poder de refracción, una determinada potencia. Las anomalías de este poder de refracción, o ametropías, son las que causan que la imagen no se forme adecuadamente nítida en la retina. Son la causa más frecuente de consultas en oftalmología y, como queda dicho, son tres: miopía, hipermetropía y astigmatismo.
Las ametropías
Miopía
Llamamos miope a la persona que no ve bien de lejos. El mecanismo que la produce es que la focalización de las imágenes tiene lugar por delante de la retina, a la que llega distorsionada. Los objetos lejanos se desenfocan y el paciente no ve ben de lejos.
Hipermetropía
La hipermetropía es el caso contrario a la miopía: la focalización de la imagen se produce por detrás de la retina. La consecuencia es que el paciente no ve bien de cerca.
Astigmatismo
Es un trastorno más complejo y está causado por una diferencia de los ejes principales (o meridianos) del ojo, con lo que la focalización de imágenes en la retina se produce en dos puntos diferentes en lugar de un único punto. En este caso, el paciente ve mal tanto de lejos como de cerca.
La operación: cirugía refractiva
Es fundamental que el diagnóstico sea muy preciso, pues determinará el éxito de la intervención. En muchas ocasiones es complejo decidir si un paciente puede operarse o no, y cuál debe ser la técnica empleada en cada caso. Cada paciente tiene un problema muy concreto y la solución debe ser por completo personalizada. En este sentido, la cirugía avanza constantemente y las técnicas se siguen perfeccionando.
Aun así, no todos los pacientes pueden operarse.
Quiénes pueden operarse
Básicamente, los criterios de selección de una persona para ser sometida a cirugía refractiva son dos:
- Tener más de 18 años. A esta edad se considera finalizado el crecimiento del ojo y el paciente es maduro ocularmente hablando
- El defecto visual debe ser estable, es decir, no debe haber variado más de una dioptría en el año previo a la intervención.
Quiénes no pueden operarse
Se habla de contraindicaciones absolutas y relativas.
- Las absolutas:
- El embarazo.
- Trastornos graves de personalidad o trastornos psicóticos.
- Las relativas:
- Padecer alguna enfermedad autoinmune.
- Haber padecido epilepsia en el último año.
- Las cicatrices queloides.
- Otros trastornos oculares, como glaucoma o retinopatías.
En cualquier caso, una consideración general de los oftalmólogos es no operar si existe cualquier factor que pueda comprometer el éxito, pues una mala indicación de la intervención incrementa el riesgo de sufrir complicaciones posteriores.